sábado, 20 de febrero de 2016

Maurice Blanchot

Maurice Blanchot nació el 22 de septiembre de 1907, y murió el 20 de febrero de 2003. Escritor, crítico literario y filósofo, fue cercano a Levinas, Bataille y a Derrida. Copio a continuación un fragmento de su obra De Kafka a Kafka. 

De Kafka a Kafka (fragmento) de Maurice Blanchot

Los principales relatos de Kafka son fragmentos, el conjunto de la obra es un fragmento. Esta carencia podría explicar la incertidumbre que hace inestables, sin cambiar su dirección, la forma y el contenido de su lectura. Pero esta carencia no es accidental. Se halla incorporada en el sentido mismo que mutila; coincide con la representación de una ausencia que ni se tolera ni se rechaza. Las páginas que leemos poseen la plenitud más extrema, anuncian una obra a la que nada falta y, por otra parte, tocia la obra está dada en esos desarrollos minuciosos que se interrumpen bruscamente, como si ya no hubiera nada que decir. Nada les falta, ni siquiera esa carencia que es su objeto: no es ninguna laguna, es el signo de una imposibilidad que está presente por doquier, sin que se admita jamás: imposibilidad de la existencia común, imposibilidad de la soledad, imposibilidad de atenerse a estas imposibilidades.
Lo que hace angustioso nuestro esfuerzo por leer no es la coexistencia de interpretaciones diferentes; es, para cada tema, la posibilidad misteriosa de aparecer ora con un sentido negativo, ora con uno positivo. Este mundo es un mundo de esperanza y un mundo condenado, un universo cerrado para siempre y un universo infinito, el de la injusticia y el de la culpa. Lo que él mismo dice del conocimiento religioso: «El conocimiento es a la vez grado que conduce a la vida eterna y obstáculo puesto ante esa vida», debe decirse de su obra: todo en ella es obstáculo, pero todo en ella también puede ser grado. Pocos textos son más sombríos y, sin embargo, incluso aquellos cuyo desenlace deja sin esperanza quedan prontos a invertirse para expresar una posibilidad última, un triunfo ignorado, el brillo de una pretensión inalcanzable. A fuerza de ahondar lo negativo, Kafka le concede una oportunidad de ser positivo, sólo una oportunidad, una oportunidad que nunca llega a realizarse por entero y a través de la cual no deja de traslucirse su opuesto.
Toda la obra de Kafka está en pos de una afirmación que quisiera conquistar mediante la negación, afirmación que, desde que se perfila, se sustrae, parece mentira y así se excluye de la afirmación, haciendo de nuevo posible la afirmación.

viernes, 19 de febrero de 2016

René Char

René Char falleció en París, Francia, el 19 de febrero de 1988. A continuación, su poema Remanencia, en la traducción de Jorge Reichmann.


Remanencia de René Char


¿Qué te hace sufrir?
Como si se despertara en la casa sin ruido el ascendiente de un rostro al que parecía haber fijado un agrio espejo.
Como si, bajadas la alta lámpara y su resplandor encima de un plato ciego, levantaras hacia tu garganta oprimida la mesa antigua con sus frutos.
Como si revivieras tus fugas entre la bruma matinal al encuentro de la rebelión tan querida, que supo socorrerte y alzarte mejor que cualquier ternura.
Como si condenases, mientras tu amor está dormido, el pórtico soberano y el camino que lleva a él.
¿Qué te hace sufrir?
Lo irreal intacto en lo real devastado.
Sus rodeos aventurados cercados de llamadas y de sangre.
Lo que fue elegido y no fue tocado,
la orilla del salto hasta la ribera alcanzada,
el presente irreflexivo que desaparece.
Una estrella que se ha acercado, la muy loca, y va a morir antes que yo.

jueves, 18 de febrero de 2016

Leopoldo Lugones

El 18 de febrero de 1938, en Tigre, Buenos Aires, Argentina, Leopoldo Lugones ingirió un coctel de whisky y cianuro que terminó con su vida. Copio a continuación su poema La blanca soledad.

La blanca soledad
de Leopoldo Lugones

Bajo la calma del sueño,
calma lunar de luminosa seda,
la noche
como si fuera
el blanco cuerpo del silencio,
dulcemente en la inmensidad se acuesta.
Y desata
su cabellera,
en prodigioso follaje de alamedas.

Nada vive sino el ojo
del reloj en la torre tétrica,
profundizando inútilmente el infinito
como un agujero abierto en la arena.
El infinito.
Rodado por las ruedas
de los relojes,
como un carro que nunca llega.

La luna cava un blanco abismo
de quietud, en cuya cuenca
las cosas son cadáveres
y las sombras viven como ideas.
Y uno se pasma de lo próxima
que está la muerte en la blancura aquella.
De lo bello que es el mundo
poseído por la antigüedad de la luna llena.
Y el ansia tristísima de ser amado,
en el corazón doloroso tiembla.

Hay una ciudad en el aire,
una ciudad casi invisible suspensa,
cuyos vagos perfiles
sobre la clara noche transparentan,
como las rayas de agua en un pliego,
su cristalización poliédrica.
Una ciudad tan lejana,
que angustia con su absurda presencia.

¿Es una ciudad o un buque
en el que fuésemos abandonando la tierra,
callados y felices,
y con tal pureza,
que sólo nuestras almas
en la blancura plenilunar vivieran?...

Y de pronto cruza un vago
estremecimiento por la luz serena.
Las líneas se desvanecen,
la inmensidad cámbiase en blanca piedra
y sólo permanece en la noche aciaga
la certidumbre de tu ausencia.

miércoles, 17 de febrero de 2016

Gustavo Adolfo Bécquer

Gustavo Adolfo Bécquer nació en Sevilla, España, el 17 de febrero de 1836. Murió en Madrid el 22 de diciembre de 1870. Poeta fundamental para el posterior desarrollo de las letras hispánicas. A continuación copio tres de sus más conocidas Rimas.

26

Tú eras el huracán y yo la alta
torre que desafía su poder:
¡tenías que estrellarte o que abatirme!...
¡No pudo ser!

Tú eras el océano y yo la enhiesta 
roca que firme aguarda su vaivén:
¡tenías que romperte o que arrancarme!... 

¡No pudo ser!

Hermosa tú, yo altivo: acostumbrados
uno a arrollar, el otro a no ceder:
la senda estrecha, inevitable el choque...
¡No pudo ser!     




38

Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.

Pero aquéllas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquéllas que aprendieron nuestros nombres...
ésas... ¡no volverán!

Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar
y otra vez a la tarde aun más hermosas
sus flores se abrirán.

Pero aquellas cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día...
ésas... ¡no volverán!

Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar,
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas, 
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido... desengáñate,
nadie así te amará.



 63


Despierta, tiemblo al mirarte;
dormida, me atrevo a verte; 
por eso, alma de mi alma,
yo velo mientras tú duermes.

Despierta ríes, y al reír, tus labios
inquietos me parecen
relámpagos de grana que serpean
sobre un cielo de nieve.

Dormida, los extremos de tu boca 
pliega sonrisa leve, 
suave como el rastro luminoso
que deja un sol que muere.

                  ¡Duerme!

Despierta miras, y al mirar, tus ojos
húmedos resplandecen
como la onda azul en cuya cresta
chispeando el sol hiere.


Al través de tus párpados, dormida, 
tranquilo fulgor vierten,
cual derrama de luz templado rayo
lámpara trasparente. 

¡Duerme!
Despierta hablas, y al hablar, vibrantes
tus palabras parecen
lluvia de perlas que en dorada copa
se derrama a torrentes.


Dormida, en el murmullo de tu aliento
acompasado y tenue,
escucho yo un poema que mi alma
enamorada entiende.

¡Duerme!
Sobre el corazón la mano
me he puesto por que no suene  
su latido y de la noche
turbe la calma solemne. 


De tu balcón las persianas
cerré ya por que no entre
el resplandor enojoso
de la aurora y te despierte.

¡Duerme!


Giosuè Carducci

Giosuè Carducci murió el 16 de febrero de 1907 en Bolonia, Italia. Unos meses antes, en 1906, le había sido concedido el premio Nobel de Literatura. Comparto su poema Mors, primero en su versión original, y a continuación en la traducción de Amando Lázaro.

Mors

Quando a le nostre case la diva severa discende,
da lungi il rombo de la volante s'ode,

e l'ombra de l'ala che gelida gelida avanza
diffonde intorno lugubre silenzïo.

Sotto la venïente ripiegano gli uomini il capo,
ma i sen feminei rompono in aneliti.

Tale de gli alti boschi, se luglio il turbine addensa,
non corre un fremito per le virenti cime:

immobili quasi per brivido gli alberi stanno,
e solo il rivo roco s'ode gemere.

Entra ella, e passa, e tocca; e senza pur volgersi atterra
gli arbusti lieti di lor rame giovani;

miete le bionde spiche, strappa anche i grappoli verdi,
coglie le spose pie, le verginette vaghe

ed i fanciulli: rosei tra l'ala nera ei le braccia
al sole a i giuochi tendono e sorridono.

Ahi tristi case dove tu innanzi a' vólti de' padri,
pallida muta diva, spegni le vite nuove!

Ivi non piú le stanza sonanti di risi e di festa
o di bisbigli, come nidi d'augelli a maggio:

ivi non piú il rumore de gli anni lieti crescenti,
non de gli amor le cure, non d'Imeneo le danze:

invecchian ivi ne l'ombra i superstiti, al rombo
del tuo ritorno teso l'orecchio, o dea.



Mors
traducción de Amando Lázaro

Cuando a nuestros hogares la diosa severa desciende,
se oye de lejos el rumor de sus alas.

La sombra que proyecta cuando gélida, avanza,
difunde en torno lúgubres silencios.

Su cabeza los hombres inclinan cuando ella ha llegado;
los femeninos pechos tiemblan de anhelo.

Así en los altos bosques, cuando julio condensa huracanes,
ni un soplo corre por las verdosas cumbres;

como inmóviles, yertos, deja el escalofrío a los bosques;
sólo se escucha al río que gime ronco.

Entra ella, y pasa, y toca; sin volverse siquiera, derriba
los arbolitos, de su frescor gozosos;

siega la rubia espiga, y arranca también los agraces;
llévase esposas, llévase las doncellas

galanas y los niños; éstos tienden sus brazos de rosa
hacia el sol, bajo el ala negra, y sonríen.

¡Triste el hogar en donde, frente a rostros de padres dolientes,
pálida diosa, vidas nuevas apagas!

Dentro de sus paredes, risas y voces festivas no se oyen,
ni bisbiseos, como en nidos de mayo.

No se oyen los rumores de los años que crecen alegres,
ni de amor cuitas, ni las danzas de boda.

Allí los que perviven, en la sombra envejecen, atentos
siempre a tus pasos; siempre, ¡oh diosa!, esperándote.

Conrado Nalé Roxlo

El 15 de febrero de 1898 nació Conrado Nalé Roxlo en la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Reproduzco a continuación dos de sus poemas:

El grillo

Música porque sí, música vana
como la vana música del grillo;
mi corazón eglógico y sencillo
se ha despertado grillo esta mañana.

¿Es este cielo azul de porcelana?
¿Es una copa de oro el espinillo?
¿O es que en mi nueva condición de grillo
veo todo a lo grillo esta mañana?

¡Que bien suena la flauta de la rana!...
Pero no es son de flauta: en un platillo
de vibrante cristal de a dos desgrana

gotas de agua sonora. ¿Qué sencillo
es a quién tiene corazón de grillo
interpretar la vida esta mañana!



Yo quisiera una sombra

Yo quisiera una sombra que no fuera la mía,
la de una antigua espada, la de un fino cristal,
la del pájaro en vuelo o la nube borrosa.
Una sombra, otra sombra, para verla pasar.

Otra voz que no fuera esta voz que traduce
hace más de treinta años el rumor de mi mar,
una voz de campanas o de ríos llorosos…
Otra voz de otro acento para oírla cantar.

Y quisiera los sueños que no soñaré nunca,
la angustia que mi alma no sentirá jamás,
el terror de las fieras en la selva sombría,
la alegría radiosa de la alondra solar.

De ese desconocido que ha cruzado la plaza
los recuerdos más tristes quisiera recordar.
Llenarme de otras vidas, otra luz, otras muertes…
¡No ser este hombre solo frente a la eternidad!

The importance of being Earnest

Vuelvo, tras un retraso de varios días. 

El 14 de febrero de 1895, se estrenó en el Saint James Theatre de Londres The importance of being Earnest, A trivial comedy for serious people, de Oscar Wilde. Un éxito inmediato, la obra se colocó pronto en el gusto popular, donde se ha mantenido por más de un siglo. A pesar de esto, no han sido pocos sus detractores, quienes reprochan a Wilde una superficialidad que les resulta insoportable. A propósito, comparto la crítica que George Bernard Shaw escribió sobre la obra, publicada en el Saturday Review el 23 de febrero de 1895:

It is somewhat surprising to find Mr Oscar Wilde, who does not usually model himself on Mr Henry Arthur Jones, giving his latest play a five-chambered title like The Case of Rebellious Susan. So I suggest with some confidence that The Importance of Being Earnest dates from a period long anterior to Susan. However it may have been retouched immediately before its production, it must certainly have been written before Lady Windermere’s Fan. I do not suppose it to be Mr Wilde’s first play: he is too susceptible to fine art to have begun otherwise than with a strenuous imitation of a great dramatic poem, Greek or Shakespearian; but it was perhaps the first which he designed for practical commercial use at the West End theatres. The evidence of this is abundant. The play has a plot—a gross anachronism; there is a scene between the two girls in the second act quite in the literary style of Mr Gilbert, and almost inhuman enough to have been conceived by him; the humour is adulterated by stock mechanical fun to an extent that absolutely scandalizes one in a play with such an author’s name to it; and the punning title and several of the more farcical passages recall the epoch of the late H.J.Byron. The whole has been varnished, and here and there veneered, by the author of A Woman of no Importance; but the general effect is that of a farcical comedy dating from the seventies, unplayed during that period because it was too clever and too decent, and brought up to date as far as possible by Mr Wilde in his now completely formed style. Such is the impression left by the play on me. But I find other critics, equally entitled to respect, declaring that The Importance of Being Earnest is a strained effort of Mr Wilde’s at ultra-modernity, and that it could never have been written but for the opening up of entirely new paths in drama last year by Arms and the Man. At which I confess to a chuckle.

I cannot say that I greatly cared for The Importance of Being Earnest. It amused me, of course; but unless comedy touches me as well as amuses me, it leaves me with a sense of having wasted my evening. I go to the theatre to be moved to laughter, not to be tickled or bustled into it; and that is why, though I laugh as much as anybody at a farcical comedy, I am out of spirits before the end of the second act, and out of temper before the end of the third, my miserable mechanical laughter intensifying these symptoms at every outburst. If the public ever becomes intelligent enough to know when it is really enjoying itself and when it is not, there will be an end of farcical comedy. Now in The Importance of Being Earnest there is plenty of this rib-tickling: for instance, the lies, the deceptions, the cross purposes, the sham mourning, the christening of the two grown-up men, the muffin eating, and so forth. These could only have been raised from the farcical plane by making them occur to characters who had, like Don Quixote, convinced us of their reality and obtained some hold on our sympathy. But that unfortunate moment of Gilbertism breaks our belief in the humanity of the play. Thus we are thrown back on the force and daintiness of its wit, brought home by an exquisitely grave, natural, and unconscious execution on the part of the actors....On the whole I must decline to accept The Importance of Being Earnest as a day less than ten years old; and I am altogether unable to perceive any uncommon excellence in its presentations.
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